
(Una mirada al malestar en la cultura según Freud)
Todos hemos escuchado la expresión “vivir apagando incendios”, pero pocas veces reflexionamos sobre lo que implica. Desde las discusiones en el trabajo hasta las crisis personales, parece que la vida cotidiana está llena de pequeños fuegos que intentamos sofocar. ¿Por qué, entonces, muchos sentimos cierta adrenalina –incluso satisfacción– al enfrentarnos a esos desafíos? Freud ofrece una explicación interesante en su obra El malestar en la cultura.
Freud plantea que la civilización, al imponer normas y reglas, reprime los impulsos instintivos del ser humano. Esta represión genera un conflicto interno: el malestar. Vivimos en un constante tira y afloja entre lo que deseamos y lo que la sociedad espera de nosotros. Es en esta tensión donde surgen los “incendios”, esas situaciones que nos sacuden y nos fuerzan a actuar.
¿Qué pasaría si dejáramos de intentar apagar todos los incendios? ¿Podríamos soportar el vacío que implica no tener algo que resolver?
En la vida diaria, este concepto se refleja claramente:
• En el trabajo, cuando sentimos la presión de cumplir plazos imposibles, nos quejamos del estrés, pero también encontramos placer en superarnos, en demostrar que somos capaces de dominar el caos.
• En las relaciones personales, las discusiones con amigos, pareja o familiares suelen funcionar como un campo de batalla emocional donde buscamos sofocar el fuego del desacuerdo, pero también reafirmar nuestra posición.
• En las redes sociales, participar en debates acalorados, aunque desgastante, nos ofrece una sensación momentánea de control o de estar “ganando” frente al caos de opiniones.
Apagar estos fuegos, aunque desgastante, nos da una ilusión de orden, de que tenemos el control. Sin embargo, el problema radica en que muchas veces somos nosotros mismos quienes avivamos las llamas, conscientes o no. Freud diría que esta tendencia está ligada a una búsqueda de equilibrio entre nuestras pulsiones internas y las demandas externas.
La pregunta que nos deja esta reflexión es: ¿qué pasaría si dejáramos de intentar apagar todos los incendios? ¿Podríamos soportar el vacío que implica no tener algo que resolver? Tal vez, apagar fuegos no sea solo una necesidad impuesta por la cultura, sino también una forma de mantenernos en movimiento, de darle sentido a nuestra existencia. Como Freud sugirió, el malestar no es algo que podamos eliminar, pero sí podemos aprender a vivir con él, entendiendo que forma parte de nuestra condición humana.