
En el terreno de las relaciones humanas, los celos suelen interpretarse como una respuesta emocional a la amenaza real o imaginaria de perder a alguien. Sin embargo, cuando los celos se vuelven enfermizos y descontrolados, pueden esconder una dimensión psicológica mucho más compleja: un conflicto interno relacionado con la identidad sexual.
Desde la psicología, entendemos que las emociones son expresiones de nuestra psique más profunda, y los celos no son la excepción. Cuando estos se manifiestan de forma obsesiva, pueden ser un mecanismo de defensa que busca desviar la atención de un dilema interno: una orientación o identidad sexual diferente a la biológica o heteronormativa que la persona no ha podido aceptar.
En sexología, hemos identificado que el rechazo o la represión de aspectos de la propia sexualidad genera tensiones internas que buscan salida. Los celos desmedidos pueden surgir como una proyección de esa batalla interna, utilizando al otro como un espejo en el que se reflejan inseguridades y deseos inconscientes. Por ejemplo, alguien con celos enfermizos hacia la pareja podría estar luchando con sentimientos de atracción hacia el mismo sexo, o con un cuestionamiento de su identidad de género, que no logra verbalizar ni aceptar.
Estas situaciones no solo afectan la relación de pareja, sino que también generan un malestar profundo en quien los padece. El control excesivo, las acusaciones constantes y la falta de confianza no son más que expresiones de un conflicto que se debe trabajar desde un enfoque psicoterapéutico.
Es fundamental derribar los prejuicios y promover un espacio seguro para que las personas puedan explorar su identidad sexual sin miedo. En lugar de juzgar o patologizar los celos extremos, debemos entenderlos como una señal de que algo más profundo está ocurriendo y merece ser atendido con respeto y profesionalismo.
Los celos no solo hablan del vínculo con el otro, sino también del vínculo con uno mismo. A veces, lo que nos genera incomodidad en el exterior es un reflejo de aquello que aún no hemos podido aceptar en nuestro interior.