15/07/2025 - Edición Nº368

Prevención

Diferencias

“No, no todos los distraídos tienen TDAH”: la patologización de la atención en tiempos de hiperestimulación

14/07/2025 18:55 | La distracción se volvió moneda corriente. Sin embargo, cada vez más adultos —incluso profesionales de la salud mental— se autodiagnostican con TDAH. ¿Qué estamos haciendo con el diagnóstico? ¿Hasta qué punto estamos psicopatologizando formas de funcionar que pueden ser una respuesta adaptativa o contextual?



Vivimos en un mundo sobrecargado de estímulos, pantallas, notificaciones y exigencias múltiples. En este contexto, la distracción se volvió moneda corriente. Sin embargo, cada vez más adultos —incluso profesionales de la salud mental— se autodiagnostican con TDAH. ¿Qué estamos haciendo con el diagnóstico? ¿Hasta qué punto estamos psicopatologizando formas de funcionar que pueden ser una respuesta adaptativa o contextual?

¿Qué es el TDAH y qué no es?

Desde la psicología clínica, el Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad es un diagnóstico con criterios muy específicos, que se manifiestan desde la infancia, interfieren significativamente con el desarrollo personal, académico y social, y que deben evaluarse con herramientas validadas y entrevistas clínicas profundas.

Pero distraerse ocasionalmente, procrastinar o tener la cabeza llena de ideas no es suficiente para hablar de TDAH.

La moda del diagnóstico y el “autodiagnóstico”

Hoy el TDAH se volvió tendencia en redes sociales, podcasts y TikTok. Gente adulta, incluso psicólogos, dicen “yo también tengo TDAH” como si fuera una explicación mágica para todo lo que no funciona. El problema no es solo el error conceptual: es que corremos el riesgo de anular la responsabilidad personal, medicalizar el funcionamiento cotidiano y banalizar los verdaderos casos clínicos.

El TDAH no es una identidad

Cuando alguien empieza a nombrarse desde un diagnóstico (“soy TDAH”, “mi cabeza funciona así”) se corre el riesgo de cristalizar comportamientos, como si no se pudieran transformar. Se desdibuja el rol de la psicoterapia, del contexto, del estilo de vida, de los vínculos.

¿Y si la distracción fuera una señal, no un síntoma?

Muchas veces la distracción, la falta de foco, la dispersión… son formas que tiene el cuerpo y la mente de decirnos que estamos desbordados, aburridos, desmotivados o emocionalmente sobrecargados. No todo malestar es patología. Y no todo diagnóstico es solución.

Conclusión

Etiquetarse sin una evaluación adecuada, o adjudicarle a un diagnóstico toda la complejidad del ser humano, puede ser más dañino que útil. Como psicóloga, prefiero seguir preguntándome por qué una persona no puede concentrarse, qué le pasa, cómo vive, qué siente, qué piensa… antes que ponerle un nombre que, lejos de explicar, muchas veces limita.

                                                                                                                       Lic. Laura Caballaro