La vulva es la parte externa de los genitales femeninos y, aunque ciertos estándares sociales suelen imponer ideales sobre cómo debería verse, en realidad no existen vulvas “normales” ni idénticas. Su forma, color, tamaño de los labios y distribución del vello varían de una mujer a otra, y esta diversidad es completamente natural. Sin embargo, desde la División Ginecología del Hospital de Clínicas de la UBA advierten que las afecciones de la vulva se consultan menos de lo necesario por vergüenza, tabúes culturales y falta de información sobre cómo se ve cuando está sana o qué síntomas requieren atención.
“Muchas mujeres, ante molestias como picazón, ardor o sequedad, recurren a la automedicación con cremas u óvulos, lo que puede aliviar momentáneamente pero también ocultar enfermedades crónicas o graves. Otras, especialmente durante la menopausia, consideran normales ciertos síntomas y postergan la consulta médica. Y no es raro que muchas pacientes lleguen al especialista después de meses o incluso años de padecimiento, cuando las lesiones ya son visibles o los síntomas se han vuelto persistentes”, sostienen las doctoras Verónica Maldonado, Jefa de la sección Patología Vulvovaginal de la división (MN 100.318), y la Dra. Agustina Puñal, médica de planta en dicha área (MN 152.975).
Aunque el cáncer de vulva es poco frecuente (representa entre el 5 y el 8% de los tumores malignos ginecológicos según la Asociación Argentina de Cirugía Oncológica), su incidencia ha aumentado en los últimos años. Desde el Clínicas explican que esto se debe tanto a una mayor consulta temprana como al incremento de lesiones precancerosas asociadas al virus del papiloma humano (HPV). Por eso, hablar sobre la salud vulvar y consultar ante cualquier cambio es clave para prevenir y detectar a tiempo.
Enfermedades y síntomas más frecuentes
“Las principales enfermedades que afectan la vulva pueden dividirse en tres grandes grupos. En primer lugar, las infecciones de origen infeccioso, entre las que predominan las infecciones de transmisión sexual (ITS) como la sífilis, el herpes y las verrugas causadas por el virus del papiloma humano (HPV). En segundo lugar, las enfermedades inflamatorias o dermatosis vulvares, donde se destacan el liquen escleroso, el liquen simple crónico y la dermatitis de contacto, entre otras. Finalmente, existen las lesiones precancerosas, que, si no se diagnostican y tratan a tiempo, pueden evolucionar hacia un cáncer de vulva, resaltando la importancia del control médico y la detección temprana”, sostienen las médicas.

“Los síntomas más frecuentes dentro de la patología vulvar son: picazón o prurito persistente, ardor, dolor, cambios en la textura o el color de la piel, heridas, fisuras o grietas, lesiones o bultos visibles, molestias o dolor al mantener relaciones sexuales. Se recomienda realizar una consulta médica si los síntomas son persistentes o se repiten con frecuencia, pica arde o duele la vulva, aparecen lesiones visibles (manchas, úlceras, bultos, áreas de otro color), se nota cambio en el color o la forma de la vulva, hay sangrado fisuras o secreciones anormales, se ha instaurado algún tratamiento sin mejoría o con rápida recurrencia”, dicen las especialistas.
Principales mitos en relación a la vulva
“La vulva es fea o debe verse de una sola manera” → No existen vulvas idénticas; su forma, color y tamaño son distintas en cada persona.
“Vulva y vagina son lo mismo” → La vulva es externa; la vagina es el canal interno que conecta con el útero.
“Debe oler a perfume” → Tiene un olor natural. Los productos perfumados pueden irritar o causar infecciones.
“El vello es sucio” → Protege la piel y evita infecciones. Su depilación es solo una elección estética.
“La picazón es por falta de higiene” → Puede deberse a enfermedades o alergias. Requiere consulta médica.
“Si no tengo relaciones, no voy a tener problemas vulvares” → Existen afecciones no vinculadas a la actividad sexual.
“Si no duele, no hace falta revisar” → La autoexploración y los controles médicos regulares ayudan a detectar cambios a tiempo.
Recomendaciones
La autoexploración vulvar es una herramienta clave para conocer la anatomía propia y detectar cambios a tiempo. Conocer la forma, color y textura de la vulva facilita identificar cualquier alteración nueva o persistente. Las especialistas recomiendan realizarla una vez al mes, en un momento tranquilo y con buena luz, usando un espejo de mano para observar los labios mayores y menores, clítoris, orificio uretral y entrada vaginal. Además de mirar, es importante tocar suavemente para percibir zonas más duras, sensibles o dolorosas. Ante cualquier cambio sospechoso, se debe consultar con un ginecólogo, ya que la autoexploración complementa, pero no reemplaza el examen médico.
Entre los cuidados diarios recomendados, se sugiere higienizar la vulva una vez al día con agua y jabón neutro o syndet sin perfume, enjuagar y secar suavemente, e hidratar la piel con crema con vitamina A o aceite vegetal. Usar ropa interior de algodón, de colores claros, cambiarla diariamente, mantener la zona seca y ventilada, y dormir sin ropa interior cuando sea posible. También evitar prácticas perjudiciales como higienizar la vulva más de una vez al día, lavar la vagina, usar jabones perfumados, duchas vaginales, cremas sin indicación médica, depilar en exceso, usar ropa ajustada prolongadamente, protectores o toallas perfumadas, automedicarse o normalizar picazón o dolor.