La nutrición infantil es un pilar fundamental para el desarrollo y la salud de los niños. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la desnutrición está asociada al 45% de las defunciones en menores de cinco años, y en 2022 se estimó que 149 millones de niños tendrían retraso en el crecimiento, 45 millones sufrirían emaciación, es decir bajo peso para la altura y 37 millones tendrían sobrepeso u obesidad.
En América Latina y el Caribe, el sobrepeso afecta a más de cuatro millones de niños menores de cinco años y a casi 50 millones de niños y adolescentes entre los 5 y 19 años. En Argentina, la 2° Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNYS 2) de 2019 reveló que el exceso de peso es el problema más grave de malnutrición, con una prevalencia del 13,6% en menores de cinco años y del 41,1% en el grupo de 5 a 17 años. Además, se reportó un bajo consumo de alimentos saludables como frutas, verduras y lácteos, y un alto consumo de alimentos de baja calidad nutricional con alto contenido de azúcar, grasas y sal.
A nivel mundial, se estima que 43 millones de niños en edad preescolar (menores de 5 años) tenían sobrepeso u obesidad en 2010, un aumento del 60 por ciento desde 1990.
Las consecuencias de la mala nutrición infantil
La mala nutrición infantil tiene consecuencias devastadoras a corto y largo plazo. La desnutrición en los primeros años de vida puede llevar a un menor desarrollo cognitivo y físico, afectando la capacidad de aprendizaje y el rendimiento escolar. "Las deficiencias nutricionales tempranas se relacionan con una menor capacidad de trabajo y rendimiento intelectual, además de afectar la salud reproductiva y el estado de salud general durante la adolescencia y la adultez", introduce María Agustina Guelfo, Licenciada en Nutrición e integrante del equipo de profesionales de Bruit Salud, una plataforma de telemedicina que fusiona por primera vez en forma integrada la medicina convencional con enfoques terapéuticos alternativos.
Según Guelfo, quien es licenciada en Nutrición de la Universidad de Buenos Aires (UBA), con especialización pediátrica, el sobrepeso y la obesidad en la infancia también tienen repercusiones significativas. La especialista advierte que los niños con sobrepeso tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como diabetes tipo 2, hipertensión y enfermedades cardiovasculares. Un informe de UNICEF de 2023 respalda este diagnóstico: el trabajo reveló que el 8,6% de los menores de cinco años en América Latina y el Caribe tienen sobrepeso, lo que representa un grave problema de salud pública en la región.
“En Bruit Salud promovemos una visión holística de la salud, incluyendo la nutrición infantil. Esta integración permite abordar la alimentación desde múltiples perspectivas, asegurando que los niños reciban una atención integral y personalizada”, amplia Victor Dosoretz- Co fundador y CEO de Bruit Salud.
Los beneficios de una buena nutrición infantil
En contraste, una buena nutrición durante la infancia puede traer múltiples beneficios. “La lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida, seguida de una adecuada alimentación complementaria, mejora el coeficiente intelectual, la asistencia a la escuela y se asocia a mayores ingresos en la vida adulta”, suma Guelfo.
La etapa más decisiva para recibir una buena nutrición son los primeros mil días de vida, que van desde la concepción hasta su segundo cumpleaños. Qué, cuándo y cómo comen los niños y niñas es más importante antes de los dos años que en cualquier otro momento de la vida.
Sin embargo, hoy en día, muchos bebés y niños pequeños no reciben la nutrición que necesitan para sobrevivir y prosperar. En todo el mundo, uno de cada tres niños de entre 6 y 23 meses consume una dieta con la variedad mínima que se necesita para un crecimiento y un desarrollo saludables.
Prevención: un enfoque proactivo
La prevención es crucial para abordar la nutrición infantil. Esta implica, entre otras cosas, la educación de los padres y cuidadores sobre la importancia de una dieta balanceada y variada desde los primeros años de vida. Según la OMS, si todos los niños de 0 a 23 meses fueran amamantados de forma óptima, se podrían salvar más de 820,000 vidas de menores de cinco años cada año.
En Argentina, la ENNYS 2 subraya la necesidad de mejorar el acceso a alimentos saludables y reducir el consumo de alimentos ultraprocesados. La implementación de programas educativos en las escuelas y comunidades es esencial para cambiar los hábitos alimentarios y fomentar un entorno saludable para los niños.
Una de las primeras medidas que tiene que tener en cuenta un adulto es la concientización de la alimentación desde la gestación. La alimentación materna durante el embarazo y la lactancia también establecen el escenario para el desarrollo de las preferencias de una amplia variedad de alimentos y sabores. La evidencia sugiere que los niños nacidos de madres que consumieron frutas y verduras durante el embarazo y el período de lactancia son más propensos a aprender a adquirir el gusto por estos alimentos.
Guelfo aclara: “Independientemente de la exposición durante el embarazo y la lactancia, la exposición repetida a nuevos alimentos es necesaria para que los lactantes menores y mayores adquieran el gusto por ellos, especialmente aquellos alimentos que tienen perfiles de sabor agrio o amargo, como es el caso de ciertas verduras”. Los estudios demostraron que los lactantes pueden necesitar ser expuestos a las frutas y a las verduras muchas veces, desde 6 hasta 35 exposiciones, para que adquieran el gusto por ellas. Ofrecer a los lactantes una variedad de verduras, en vez de ofrecerles la misma verdura una y otra vez, demostró, a su vez, que aumenta la aceptación de más verduras y conduce a cantidades mayores de verdura consumida.
Del mismo modo, es vital exponer al niño a alimentos con texturas para poder hacer una transición adecuada a los alimentos sólidos; por ejemplo, pasar de puré machacado y grumoso y luego a alimentos sólidos blandos picados, durante los dos primeros años de vida.
Guelfo explica que a los 2 años se espera que los niños tengan una transición completa a los alimentos que comprende la alimentación familiar. Por esta razón, es crucial que la alimentación familiar incluya una variedad de frutas y verduras en cantidades suficientes. “Esto le dará al niño las experiencias sensoriales necesarias para que le sigan gustando los alimentos nutritivos y permitirá influir en el niño de manera positiva y ofrecerá oportunidades para que los cuidadores modelen conductas saludables”, profundizó.
Alimentación perceptiva: una conexión emocional
La calidad de la alimentación implica tanto la cantidad y calidad de los alimentos que se ofrecen como la forma en que se ofrecen, el entorno y las respuestas de quien los ofrece. En este contexto, las recomendaciones de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) alientan a minimizar las distracciones durante la comida y utilizar el momento para aprender, hablándoles y manteniendo contacto visual. Por su parte, las Guías Alimentarias para la Población Infantil (GAPI) adicionalmente recomiendan prestar atención a la alimentación, alientan a que los niños/as toquen los alimentos y que no miren TV durante la comida.
Todas estas recomendaciones, dirigidas a las familias o cuidadores de los niños, tienen una íntima conexión y muchas de ellas se respaldan, a su vez, en los desarrollos sobre “alimentación perceptiva”, un enfoque que destaca la importancia de responder a las señales de hambre y saciedad del niño. Este concepto se basa en la interacción positiva entre el cuidador y el niño durante la alimentación, promoviendo una relación saludable con la comida desde temprana edad. "La alimentación perceptiva implica entender y responder a las señales del niño, creando un ambiente positivo y de apoyo durante las comidas", explica Guelfo.
La alimentación perceptiva se basa en el siguiente proceso de tres pasos:
(1) el niño indica que quiere comer a través de acciones motoras, expresiones faciales o vocalizaciones;
(2) el cuidador reconoce las señales y responde con rapidez en una forma de apoyo emocional, dependiendo de la señal y etapa del desarrollo
(3) el niño experimenta una respuesta previsible a las señales (es decir, le tranquiliza, que el cuidador entiende cuándo necesita ser alimentado).
Del mismo modo, el cuidador debe reconocer adecuadamente las señales de saciedad y responder a ellas.
“Este enfoque no solo mejora la aceptación de alimentos saludables, sino que también reduce el riesgo de desarrollar trastornos alimentarios y problemas de peso en el futuro. Al fomentar una alimentación consciente y receptiva, los niños aprenden a regular su ingesta de alimentos de manera natural, evitando tanto la sobrealimentación como la desnutrición”, advierte Guelfo.